En sus inicios, Castro del Río fue un pueblo-fortaleza, como observamos en su organización en la cima de una colina rodeada por un recinto amurallado, de época almohade, y que hoy en día conocemos como el Barrio de la Villa. De arquitectura militar, fue fundado en el siglo XII y alberga en su interior casas blancas, plazuelas, callejuelas estrechas y escarpadas que se asemejan a la Judería Cordobesa, y las iglesias más antiguas de la Villa como la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, declarada Bien de Interés Cultural, o la Iglesia de San Acisclo y Santa Victoria. En uno de sus extremos, encontramos el Castillo Fortaleza, fechado tras la conquista cristiana de Fernando III el Santo en 1240. Destacamos también los arcos que atraviesan las calles principales en sus accesos, como los de Martos o la Cuesta de Santo Cristo; la Plaza del Romano, recientemente recuperada; el Pósito Municipal, que alberga el Museo de Usos y Costumbres, el legado del músico Joaquín Villatoro o el Centro de Interpretación de la Madera y el Olivo; el Reñidero de Gallos, considerado uno de los más antiguos de toda España; el Teatro Cervantes, centro cultural de la Villa inaugurado en 2021; y las casas solariegas, como la Casa de Mendoza o la Casa de Valdelomar.
El acceso a este barrio lo podemos realizar desde alguna de sus tres puertas de acceso, las cuales nos permitirán adentrarnos en un laberinto de rincones, algunos con cierto aire morisco. Casas de cal que son remanso de paz, plazas y callejuelas que en la noche se vuelven silencio, un lugar donde sus viejas piedras nos devuelven la herencia del paso del tiempo.
Un barrio que ofrece al visitante el orgullo de sus gentes, el alma de este pueblo, y que es, sin duda, parada indispensable para el peregrino donde encontrará posada y descanso en su Camino Mozárabe de Santiago.